Las TIC le cambiaron la vida al profe Hermenegildo Estrella
Cae la tarde en la Leticia, la ciudad fronteriza enquistada en la selva amazónica, tierra del delfín rosado, el pirarucú, el verde follaje y hogar de varias comunidades indígenas que luchan a diario por mantener vivas sus tradiciones. A la sombra de un árbol de chocho, en el antejardín del centro para el adulto mayor 'Hogar San José,' se encuentra sentado Hermenegildo Estrella, un historiador de 75 años a quien, en el lugar, todos reconocen como 'el profe.
El ensordecedor canto de los loros que regresan de la selva para pernoctar en los árboles del pueblo ambienta el atardecer que con sus 29 grados centígrados despide un día más a orillas del río Amazonas, el más caudaloso del mundo. Hermenegildo cuenta su historia de vida; nació en Leticia y dedicó gran parte de su vida a la docencia. Sus padres eran indígenas Uitoto que tuvieron que huir muy pequeños de sus territorios a causa de la persecución de la casa Arana, una compañía cauchera que durante principios del siglo XX utilizó el terror para esclavizar a las comunidades indígenas y explotar la riqueza de la selva amazónica.
Luego de finalizar el bachillerato en la Escuela Normal Superior de Leticia, Hermenegildo se trasladó a Bogotá para cursar sus estudios superiores en Ciencias de la Educación con énfasis en Historia y Geografía en la Universidad Pedagógica Nacional. A pesar de lo difícil y drástico del cambio de estilo de vida, estaba convencido de lo que quería, así que ahorro el dinero necesario para el viaje y se fue para la capital con una maleta llena de sueños, "Di un salto grande desde la selva de bosque, árboles y animales a la selva de cemento, eso fue difícil para mí", reconoce.
A los días de llegar a la ciudad, con los pocos centavos que tenía, se compró una litera plegable, un colchón y un par de cobijas para protegerse del frío y poder descansar en el apartamento que compartía con un amigo de Leticia. Por aquellos días, un compañero de la universidad presentó a Hermenegildo con el vicerrector del Colegio Militar Caldas, quien de inmediato le ofreció trabajo como profesor de su institución ubicada en cercanías del Cantón Norte en Bogotá, esta sería la primera de varias experiencias docentes de 'el profe' en la capital gracias a las cuales pudo subsistir y solventar sus gastos económicos durante los 5 años que duró su formación.
Para culminar más rápido su carrera, Hermenegildo no tomaba vacaciones, al finalizar el semestre académico se inscribía en cursos intersemestrales que le permitieran avanzar más rápidamente en su formación y alcanzar el número de créditos académicos requeridos para alcanzar su título.
Hermenegildo extrañaba la alimentación de Leticia y lo pequeño de su entonces incipiente ciudad que le permitía moverse como pez en el agua y llegar caminando y en poco tiempo a cualquier lugar del pueblo. A pesar de que fueron días muy difíciles para él, recuerda con nostalgia su paso por la universidad durante el cual formó un grupo musical con algunos compañero de Leticia y Puerto Leguízamo que llamaron 'Os Macacheiras', para resaltar la procedencia cercana a Brasil de sus integrantes, entre los cuales él fungía como cantante.
Tras culminar sus estudios en Bogotá, regresó a Leticia, donde desde entonces trabajó por más de 20 años como docente en diferentes instituciones de la capital del Amazonas. Asimismo alimentó su vena de escritor al fundar, junto a uno de sus compañeros, un periódico producido en stencil y con ayuda de un mimeógrafo que por diversas circunstancias solo alcanzó 18 ediciones.
Sin embargo, esta pasión por las letras seguiría acompañándolo a lo largo de su vida, Hermenegildo solía escribir por el simple placer de hacerlo y acumulaba manuscritos sobre historia o diferentes temas que le apasionaban. Por ello, cuando motivado por la curiosidad de ver a otras personas comunicarse le pidió a su hija que le enviara un teléfono inteligente, quedó maravillado al descubrir el universo de posibilidades que podía tener a su alcance con este dispositivo y una conexión a Internet.
"Yo creía que eso era solo prenderlo, hablar y ya (risas). Noooo, eso tiene mucha aplicación, ahí fue que me quedé encantado por la música, por las aplicaciones para conocer el mundo sin moverme de Leticia, para aprender, para leer… mejor dicho lo que uno quiera", destaca 'el profe' que ha aprendido a manejar su celular de manera autodidacta, curioseando y cacharreando con el particular aparatico.
Desde entonces, Hermenegildo usa la tecnología para estar conectado con su familia y con el mundo, creó su cuenta en Facebook, en donde publica constantemente crónicas, historias y noticias sobre el amazonas y las problemáticas de la región; y recibe numerosos comentarios sobre la comunidad de Leticia en Colombia y en diferentes partes del mundo. "La tecnología me permite transportarme a otros mundos, viajar por distintos pueblos, culturas, regiones, países y enterarme del desarrollo y avance de la sociedad, e informarme de la actualidad, es un mundo interminable por conocer", señala.
El profe leticiano se muestra orgulloso de ser parte de la era digital, "estoy metido en este cuento de la tecnología porque me encanta, descubrí un mundo que no lo tenía a la mano y eso me facilita muchas cosas en mi vida". Igualmente, Hermenegildo reconoce la importancia de las TIC para preservar la riqueza y el patrimonio cultural de los pueblos amazónicos, por esto hizo parte del ejercicio práctico en el que los estudiantes del colegio Francisco del Rosario Vela, debían utilizar celulares y tabletas para aplicar los conocimientos adquiridos en el taller de ciberperiodismo impartido por el Ministerio TIC en el marco del programa 'Llegamos con TIC' el pasado 10 de noviembre en Leticia.
Desde la cálida Leticia, Hermenegildo asegura que está dispuesto a continuar aprendiendo cada día y a enriquecer, compartir sus saberes y preservar la historia y la riqueza cultural de la Amazonía a través del uso de las herramientas digitales, "desafortunadamente gran parte de la riqueza y la tradición cultural de nuestros pueblos indígenas se ha perdido, porque nuestros abuelos han muerto, y cada abuelo que muere es un libro que se pierde", concluye.